Transformación de espacios públicos a través del color






  • Guatapé en Colombia, Burano en Italia, Nyhavn en Dinamarca, Boca en Argentina, son algunos lugares famosos cuya riqueza cromática emerge como uno de sus principales atractivos turísticos. Pero no tienes que salir de México para apreciar los pueblos, colonias, comunidades y espacios públicos que han sido transformados gracias a la magia del color.


  • Don Martín es originario del antiguo barrio La Vaquita de Culiacán, Sinaloa. Él fue velador, ocupación que le impidió socializar y ser identificado por sus vecinos. Además, siempre tuvo un sueño: ser beisbolista, y la vida le dio la oportunidad de hacerlo realidad a través de un mural en el que aparece como un niño que juega beisbol.

    Gracias al mural, Don Martín pudo ser reconocido por sus vecinos, quienes lo adoptaron como el abuelito de la calle.

    Esta historia es solo un ejemplo de los millones que existen en ciudades, colonias, barrios y comunidades, en donde gracias al rescate de espacios públicos por medio del arte y el color se han logrado reconstruir lazos sociales y retomar la confianza en las calles a partir de la unión y la convivencia.

    “Hace más de seis años nos dimos cuenta de que cuando había una intervención de algún artista o por la misma comunidad se generaba una transformación en centros urbanos y zonas marginadas. Entonces decidimos como empresa meterle inversión y tiempo a investigar por qué pasaba esto. Hay muchas teorías alrededor de este asunto, como la psicología del color, pero más profundamente tiene que ver con el cambio de hábitos”, expresa en entrevista Gilberto Alcaraz, director del programa Comex por un México Bien Hecho.

    De acuerdo con ONU Hábitat, el espacio público puede mejorar vecindarios residenciales, salvaguardar los valores de la propiedad, aumentar el atractivo para los turistas e incrementar la actividad comercial minorista. Por ejemplo, el volumen de negocio en una calle comercial de Londres se elevó entre cinco y 15 por ciento después de la inversión en un espacio público cercano; de igual forma, un aumento del uno por ciento en zonas verdes ha dado lugar a un crecimiento de entre 0.3 y 0.5 por ciento en el precio promedio de la vivienda.



    “El color juega un rol fundamental porque celebra lo que ahí pasó, celebra la interacción con los miembros de la comunidad, la expresión propia de sus orgullos, de sus ganas de vivir ahí, y lo que hace el color es reflejarlo hacia afuera. Esto provoca un sentimiento de pertenencia y orgullo”.
    Gilberto Alcaraz, director del programa Comex por un México Bien Hecho.




    “No solo es llevar color, porque también esto se puede malinterpretar, como en algunas partes del mundo y del país donde se pinta la pobreza, y no, se trata de meterse realmente a entender las características de las comunidades y trabajar en la reconstrucción del tejido social, y el color juega un rol fundamental porque celebra lo que ahí pasó, celebra la interacción con los miembros de la comunidad, la expresión propia de sus orgullos, de sus ganas de vivir ahí, y lo que hace el color es reflejarlo hacia afuera. Esto provoca un sentimiento de pertenencia”, subraya Gilberto Alcaraz.

    Para el arquitecto Erik A. Carranza López, maestro en Ciudad y director de Anónima Arquitectura, las intervenciones en los espacios públicos vienen desde los vecinos y la comunidad que se junta para mejorar su calle y apropiarse de un lugar en desuso. “El color se ha convertido mediante este urbanismo táctico en una solución muy práctica para apropiarse de un espacio. El color es una vibración que vemos día con día y que va afectando nuestras emociones, sensaciones, estados de ánimo. Una buena aplicación en una fachada y una buena paleta vegetal puede afectar el estado de ánimo de una cuadra a otra”.



    El color como integrador social

    Después de un año de que el programa Comex por un México Bien Hecho llevó a cabo proyectos de intervención socio-artística en lugares como San Nicolás de los Garza, Nuevo León; San Cristóbal de las Casas, Chiapas; Campeche, Campeche; Morelia, Michoacán; Mexicali, Baja California; e Iztapalapa, Ciudad de México, se lograron crear puentes de comunicación y mejoraron las relaciones vecinales. Incluso, la transformación permitió a las comunidades convertirse en espacios culturales y corredores turísticos, por lo que incrementó en un 63 por ciento el número de visitas.

    Asimismo, el programa consiguió impactar en materia de seguridad, ya que disminuyó la frecuencia del vandalismo en un promedio de 12 por ciento; el uso de estos espacios aumentó un nueve por ciento y la seguridad en las colonias mejoró un nueve por ciento durante el año posterior a la realización del proyecto. La percepción de que la calidad de vida mejoró en las comunidades fue de un nueve por ciento, mayor que en las zonas en donde no se realizó la intervención.

    “Los últimos seis años desarrollamos un programa formal para entender cómo cambiaba y qué tenía que decir la gente a través del color en estos espacios. Hemos logrado tocar la vida de más de 20 millones de mexicanos en 28 estados del país, en 150 comunidades, muchas de ellas marginadas, que han tenido un cambio dramático. Somos considerados el programa de rescate de espacios públicos más grande de América por la cantidad de intervenciones que se han hecho enalteciendo el color y el arte para hablar de las comunidades”, revela Alcaraz.

    Informa que cada año, mediante el programa Comex por un México Bien Hecho, realizan entre 20 y 30 intervenciones. “Antes de dar el primer brochazo algunas intervenciones nos llevan un par de meses por todo el trabajo social y de exploración que se hace previamente. Hay algunas que nos han llevado hasta un par de años, como el Cerro de la Campana en Monterrey. Nuestra expectativa para este año es llegar a 40 intervenciones y cubrir algunos de los estados donde no hemos intervenido, aunque ya estamos en 28 estados”.

    En los últimos seis años, el programa Comex por un México Bien Hecho ha llevado a cabo más de 150 intervenciones que han impactado directa e indirectamente a más de 20 millones de mexicanos de las comunidades que han participado y zonas aledañas.

    Para Erik A. Carranza López, cuando hacen partícipe a los habitantes en este tipo de intervenciones para mejorar su comunidad, el resultado es un sentido de apropiación de espacios. “Cuando te apropias del espacio público se vuelve más seguro, sales más, hay ojos en la calle. Esta es una de las fórmulas para que un espacio sea vital e importante, y no es tanto el nivel y costo de la intervención, sino la actividad que estás generando y cómo la gente sale a ocupar ese espacio. La idea del espacio público es que puedas estar la mayor parte del tiempo sin importar la hora y de forma segura. El color puede llegar a ser un facilitador para cuestiones tan simples como la seguridad o generar un ambiente”.

    El director de Anónima Arquitectura menciona que en San Andrés Cholula, Puebla, recientemente concluyeron tres proyectos para el Programa de Mejoramiento Urbano de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU). Se trata del zócalo, una telesecundaria y un albergue del Hospital General.

    “En el zócalo de San Andrés Cholula tuvo que intervenir el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que nos obligó a meter un material llamado mármol Santo Tomás, que es el que tiene la Alameda Central de la Ciudad de México, y en el quiosco utilizamos el color del tabique más rojo; la iglesia de San Andrés Cholula está pintada de amarillo y rojo. Ahora estamos terminando una biblioteca y un auditorio que tiene que ver con la réplica de las cúpulas de las iglesias. Es una lectura del contexto y al final mucho de lo que hacemos se define en relación con lo que estamos viendo”, indica el arquitecto y maestro en Ciudad.









    Arte urbano, un regalo para la comunidad

    Respecto al impacto del graffiti en los proyectos de intervención socio-artística, Erik A. Carranza López expone que se ha convertido en una capa adicional de la ciudad. “Lo que me gusta y está sucediendo hoy con el tema del graffiti es que ya nos lo apropiamos a nivel ciudad, ya no hay vandalismo, aunque sigan existiendo grafiteros que hacen eso, pero ya lo vemos más como una capa de expresión, como una capa que tiene que lanzar un mensaje, y que cuando se institucionaliza pasa a un tema de arte urbano, y decides acercarte a un artista que está trabajando eso o un gobierno decide lanzar un programa público que es intervenido por artistas”.

    El arquitecto comenta que muchas de las intervenciones que se han hecho, como la de Germen Crew en Pachuca, fue precisamente a nivel de un conjunto de viviendas que tenía color gris y que a través de una capa cromática se cambia toda la visión. “Se generó un cambio drástico desde lo social, la seguridad y lo turístico, ya que poder ver esas intervenciones a nivel urbano es un punto atractivo no solo para los habitantes, sino para otros usuarios que no estamos acostumbrados a ver esto”.

    Cabe mencionar que Germen Crew es un grupo de jóvenes mexicanos con experiencia en formas alternativas de comunicación como el graffiti, muralismo, investigación social y documentación audiovisual. Desde 2012 su meta es regenerar el tejido social por medio del muralismo; prueba de ello es el macro mural de 20,000 metros cuadrados que realizaron en el Barrio de Las Palmitas, en Pachuca, Hidalgo, en más de 200 viviendas. Esta obra benefició a 452 familias o 1,808 personas, y se dice que contribuyó a erradicar la violencia entre los jóvenes.

    Por su lado, el director del programa Comex por un México Bien Hecho, señala que todas las intervenciones artísticas urbanas donde hay socialización y colaboración del artista con la comunidad generan transformación. “Por lo mismo, no todo el arte urbano crea una transformación social. Inculcamos a los artistas que tienen que hacer partícipe a la comunidad y para el artista es mucho más satisfactorio que la intervención sea aprovechada, valorada y emblemática para un espacio público, por lo tanto, los casi más de 3,000 artistas con los que hemos colaborado en los últimos seis años no solo reciben producto y un espacio, sino que acceden a una capacitación que tiene que ver con esta parte social para que se integren a las comunidades y hagan que su arte tenga una doble vida, desde la parte del virtuosismo o trabajo que tienen como artistas y su expresión, pero también como un regalo a la comunidad”.

    Cuenta que el pueblo zoque de Copoya, en Chiapas, cerca de Tuxtla Gutiérrez, es un ejemplo de cómo el arte impacta a una población. “Es el último resquicio de esta comunidad originaria zoque que tiene un misticismo muy particular, que tiene todas estas historias de los jaguares que los visitan en la noche y que llevan la protección, los nahuales y todos esos colores que ellos identifican de la historia, de sus creencias, de la selva, de los aluxes, están plasmados ahí. Esto es parte del por qué estos espacios se mantienen por la comunidad, no hay vandalismo porque cuentan la historia de la comunidad, de una familia, de una etnia, deidades, misticismo, música… Los niños y adultos se vuelven cronistas de los murales, incluso, se acaba convirtiendo en una actividad turística”.



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